Hace algunos días estábamos "Nuria" (de 5 años) y yo en el patio de infantil, y ella iba de acá para allá con su andador, rápida como una bala, aunque con precaución, ya que aún está aprendiendo a manejarlo y coordinarse. Se nos acercó un niño, de 3 años, y me preguntó:
- ¿Por qué va con eso?
- Ella todavía no ha aprendido a andar, y por eso utiliza este andador, que le permite andar solita - Le respondí de la manera más natural posible.
Él se quedó pensando, y me volvió a preguntar:
-¿Y qué pasa si no lo utiliza?
-Pues que tendría que gatear en el suelo como... (me quedé en blanco, pensando, porque no quería decir bebé, ya que muchas veces encontramos el estereotipo de que los niños con dificultades son vistos asi, cuando en realidad no lo son).
-¡Ah, como un lobo!... ¡O como un perro! - me respondió desde su más tierna inocencia.
Aquello me emocionó tanto...que me hace darme cuenta de que los sentimientos de rechazo o aceptación, de comprensión e incomprensión, de prejuicios y de valores sociales se crean desde la infancia, y son reforzados de adulto.
Los niños ven el mundo con una naturalidad asombrosa, y somos los adultos los que le buscamos más explicaciones a las cosas de las que realmente tienen. Toda una lección por aprender.
Esta fotografía la realicé en 2010, me encanta leer la palabra CAPACIDAD a través de lo que antes era discapacidad. Y así son las personas, capaces si creemos en ellas.
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